domingo, 22 de noviembre de 2009

Fin de semana en Biar (Alicante) - Crónica del sábado

Este fin de semana hemos disfrutado a lo grande con nuestros amigos etiovalencianos, en el pueblo alicantino de Biar. Hemos alquilado una casa rural alucinante, de grande que era y de bien equipada que estaba.



La mejor publicidad es el boca a boca, sin duda

Aunque el resto de la manada llegó el viernes por la tarde, el bloque Danpateyu llegó el sábado por la mañana con la sana idea de almorzar. Al llegar al pueblo nos encontramos con las chicas y los cachorros, que nos acompañaron a la casa y después al bar a pegar una picaeta mientras los hombres, al contrario que en la salvaje fauna, se encargaban de traer la comida.


Bocata de tortilla a la francesa con tomate natural

Después de recargar las pilas nos fuimos al parque para que los niños pudieran disfrutar de los columpios, toboganes, y todos los etcéteras que puede tener un parque infantil en cualquier pueblo de España. Estando en el parque apareció Jose, así que me uní al bando masculino para ayudarles a llevar la compra a la casa, y así empezar a hacer la comida.


La torre de la iglesia de Biar, desde una calle del pueblo

El sábado comimos arroz a banda, uno de los primeros arroces con los que nos ha deleitado este fin de semana el maestro arrocero J.L. Martínez. Armado con su quemador de gas, curtido en mil batallas, se dispuso a preparar un arroz de gran sabor y excelente textura. Es normal que el arroz a banda le salga tan bien, porque además de buen cocinero, J.L. es un gran músico (espero que se haya entendido el doble sentido de la palabra banda).


Arroz a banda de música...


Después de la copiosa comida, en lugar de tocar la banda tocaba hacer la siesta (nuevamente sale el doble sentido de la palabra banda). Había que reponer fuerzas para la fiesta de disfraces de la noche. Mientras las chicas dormían, tapaditas en el sofá acompañadas por la típica película infumable de sobremesa de fin de semana en Antena 3, nuevamente el maestro arrocero J.L. Martínez sacaba de sus prodigiosas manos un ajoaceite o allioli para acompañar la barbacoa de la cena.







Hay que decir que el allioli desafiaba todas las leyes de la gravedad, de lo espesito y buen cuerpo que tenía. Lo malo es el aliento que dejaba. Si alguna vez sospechamos que hay vampiros en alguna casa rural a la que vayamos, es buena idea tenerlo bien a mano.

La fiesta de disfraces, más que fiesta, fue una pasarela de modelos bizarros por la escalinata de la casa: un caballo enano, una abejita, spiderman, un vampiro al que no le afectó el allioli, el padre Apeles exorcista, el esqueleto verde con canas, la pirata sin pata de palo, la bruja, el hippie pelucón con careta, el payaso en pijama, y el jeque árabe senderista. El pase de fotos será privado por cuestiones de decoro...

Seguiremos informando.