Una curiosa plaza de toros cuadrada, montada sobre una estructura de troncos haciendo de pilares, y unas gradas que casi parece que formen parte de la arquitectura municipal.
Después de estar jugando los niños por la plaza, hemos programado el GPS que Jose lleva en el estómago en busca de un lugar donde poder almorzar. Peaso de bocata de longaniza con tortilla de patatas que se ha jalado el beterano, acompañado de unos "cacaus i papes". Yo no me he quedado atrás, ya que he compartido con mi media naranja un bocata de calamares con mayonesa.
De ahí hemos ido directos a comer (todo el día comiendo), donde nos esperaban más amigos y una fideuà. Unos mejillones, esgarraet, patatas Amparín y más calamares han sido los teloneros del gastronómico concierto.
Después hemos ido a llevar a las chicas a su casa. De camino, atravesando los arrozales en plena siega, María nos ha llevado a una ermita, desde donde hemos podido contemplar las vistas de los campos. Eyasu les metía prisa a los agricultores mientras gritaba: "venga, daos prisa, que el caldo de la paella ya está hirviendo".
No queda mucho para que nos volvamos a ver: el puente de octubre vamos a juntarnos a 700 km de casa, pero...¿qué es eso comparado con la distancia que nos unió hace ya medio año?